En memoria de Pedro Unánue.
En memoria de Pedro Unánue
Luis Pizarro Ruiz
El sábado 10 de agosto de 1957 el diario Lanza anunció en su “Última hora deportiva” el fichaje por dos temporadas de Pedro Unánue Vergara por el Calvo Sotelo de Puertollano. El club estaba todavía en Tercera División [muy diferente de la actual] y acababa de fracasar en su segunda intentona por ascender a categoría superior, tras ser eliminado por el Eldense. Pero el bilbaíno Unánue era un jugador avezado, acostumbrado a jugar incluso en Primera División (Zaragoza y Jaén) y en Segunda (Avilés, Lérida y Logroñés). Con este último había sido titular indiscutible el año anterior, pues disputó 23 partidos en una Liga de 30. Nacido el 14 de febrero de 1928, con solo 29 años, no fue extraño que el fichaje del centrocampista vasco fuera calificado como una sensacional adquisición que, en verdad, lo era.
El cómo apareció Puertollano en el camino de Unánue es una pregunta que contribuyó a resolver otro futbolista azul, el portero oscense Enrique Getán, que lo conocía de sus tiempos en Zaragoza. Falta decir que con él debutaron también en el club, el presidente, Germán Inza Villa, residente en Almodóvar del Campo, y el entrenador Luis García Miguel, que no terminaría la temporada, sustituido por Julio Martialay. Esto da idea de que la campaña 1957-58 no fue buena, pues el Calvo Sotelo, que ya no se conformaba con menos que jugar la promoción de ascenso, acabó en sexto lugar. Sin embargo, Pedro Unánue, sin ser delantero centro, demostró su categoría y acabó como máximo goleador del equipo, pues logró 17 tantos en los 31 partidos ligueros que jugó. Así que él, junto a Carbelo (uno de los mejores porteros del grupo), Ñoño y Patri, fueron de los pocos que se salvaron de la quema.
Cuando comenzaba la siguiente temporada, Unánue fue uno de los testigos de lo que sería un acontecimiento para aquella época: la inauguración de la luz artificial en el Cerrú. Fue un 15 de agosto de 1958, frente al portugués Lusitano Ginasio Clube (3-3), la primera vez que se jugó un partido nocturno, no ya en la ciudad, sino en la provincia. Con su muerte, en Puertollano queda el popular Ñoño, como único testigo vivo de aquella efeméride.
Cuatro temporadas —en las que se disputó tres veces la promoción de ascenso a Segunda División— fueron las que finalmente jugó con el Calvo Sotelo hasta su retirada en 1961 (33 años). Además, formó parte de las dos primeras plantillas azules que se proclamaron campeonas en Tercera División: en 1959 (Julio Villuendas Jardines era el presidente y el bilbaíno consiguió un hat trick ante el Moralo el 19 de abril de 1959) y 1961. En total, se enfundó la camiseta en 68 partidos oficiales, todos ellos en Tercera División, en los que marcó 27 goles. Después de eso, su curriculum deportivo se enriqueció en su faceta de entrenador. Para empezar porque fue el auténtico alma mater de aquel Campeonato Local de Fútbol de 1963, que daría lugar al célebre trofeo Blas Adánez, cuando la cantera puertollanense brillaba con jugadores que surgían por doquier; para continuar, por que, en mi opinión, fue el primer gran técnico local que organizó uno de los mejores equipos juveniles que tuvo nunca este club —formado en octubre de 1966—, a los que quiero recordar hoy en memoria suya: José María Barquilla, José María Muela, Cipriano Archidona, Gallego, Flores, Herráez, Lorenzo, Fermín, Salcedo, José Luis Barahona, Agustín, Manolo Velasco, Rafa Muela, Moncho Díaz y Laguna.
Una vez más, hoy lamentamos la marcha de uno de los nuestros. De Pedro Unánue se llegó a decir el 12 de diciembre de 1960 que “siempre juega con el alma y el corazón en favor del Calvo Sotelo” (Lanza). Llegó ya casado, con Irene Gracia, y con una hija; luego tuvieron cinco más. Pocos podían suponer entonces que Puertollano sería el lugar en el que se establecería definitivamente y donde viviría 66 años de su vida. A sus cinco hijas y a su hijo les enviamos nuestras condolencias en esta pequeña nota necrológica dedicada a recordar su memoria.